TrailWalker Intermón Euskadi 2017 | “Mis kilómetros cambian vidas”, también la mía. Por Mar Tarín

“Mis kilómetros cambian vidas”, también la mía. Y es que tres días después del gran reto, visto con muuuucha perspectiva (y recuperando las horas de sueño), puedo asegurar que no soy exactamente la misma. Trailwalker ha marcado un antes y un después en mi capacidad de tolerancia al sufrimiento.

Yo: la llorona, la quejica, la que aguanta más bien poco… parte de esa ‘yo’ se ha quedado (de momento, que nunca se sabe) atrás.

Trailwalker me ha enseñado muchas cosas, entre ellas, la capacidad de superación, la lucha constante. Porque lo que para mí era un pequeño (gran) sufrimiento que desaparecería al cruzar la meta para muchas mujeres, niños, refugiados es un dolor constante, sin fin. Por ellos, debía seguir, merecían que yo aguantara (sólo un poco más).

Felicidad, impregnada en cada uno de nuestros primeros pasos.

Orgullo, al llegar (bastante) antes del tiempo previsto a los puntos de control.

Satisfacción de superar los 30 primero kilómetros (los más duros) sin ningún problema.

Alegría de superar el ecuador y llegar al pueblo con tal nombre (¿estrategia emocional?).

Motivación de ver aumentar el cuentakilómetros y llegar a meta, por nuestro compañero Marcos, que aguantó como un campeón.

Dudas: ¿pero por qué dije ‘sí’?

Desesperación de ver que mis pies se habían convertido en un Mar de ampollas y que cada kilómetro se multiplicaba por 5.

Victoria de llegar a Vitoria con el mejor equipo que jamás hubiese podido imaginar, la nueva familia #Pinchawalker.

Porque cada paso cuenta, porque la emoción de cruzar la meta no puede describirse ni con un millón de palabras (ni con 100km en la mochila), porque la causa lo vale, porque con un equipo así se llega muy lejos… tres días después del Gran Reto las dudas, la desesperación y el sufrimiento han desaparecido para siempre y en mi mente sólo queda “Trailwalker: nos vemos de nuevo el próximo año”.