Cuando ir a trabajar se convierte en una afición por la que (of course) te pagan

Porque el destino, al fin y al cabo, no es más que la suma de cada una de las decisiones que tomamos y que definen el lugar en el que estaremos mañana. Tienes dos opciones: dejar huella o bordear el sendero para no dejar rastro. Yo siempre he optado por la primera. Aunque ello implique embarrarme las zapatillas o desgastar la suela de mis zapatos. Aunque ello implique tropezar y caer. Porque no temo a las piedras que pueda encontrar en el camino, son tan sólo obstáculos que saltaré y que me harán crecer y avanzar con más fuerza.

Desde que empecé a escribir las primeras líneas de “Mi querido diario” tenía bien claro lo que quería ser de mayor: periodista. Mi mayor motivación era escribir, comunicar y transmitir sentimientos y emociones a través de las palabras.

Era una chica astuta y aplicada capaz de elaborar interesantes comentarios de texto, pero también podía resolver cualquier ecuación matemática o fórmula química de forma eficaz (Dejémoslo en eficaz, y ya). Por ello, mi padre, asumiendo el papel de “quiero lo mejor para mi hija”, fue el primero en lanzarme una de las preguntas que años más tarde escucharía una y otra vez: “¿Periodismo? ¿Por qué no estudias otra carrera con más salida como por ejemplo, Medicina?”.  -“¿Medicina papá?”, le conteste, “A mí lo que me gusta es escribir y creo que también puedo llegar a conseguir muchas cosas a través de las palabras”. Y punto. Supo de inmediato que tenía claro lo que quería. Supo de inmediato que eso sería lo que me haría (y me hace) feliz.

Al final tenían razón (o no)

Durante los cuatro años de carrera muchas personas me avisaron de que era una profesión sin salida animándome incluso a dejarla reforzando su argumento con un: “Aún estás a tiempo de cambiar de opinión”.  Luego estaban l@s “graciosillos” que se atrevían con el: “¿Qué quieres ser la nueva Sara Carbonero?”, o peor aún “¿Trabajarás en Sálvame?”.

Pero NO; no pudieron conmigo. Sabía lo que quería e iba a ir a por ello. Y lo hice. Terminé la carrera. Y lo hice. Busqué trabajo durante los siguientes dos años. Y lo hice. Les di la razón. ¡No había forma de encontrar trabajo de periodista! Pero no, no me di por vencida.

Muy pronto entendí que era el momento de reinventarme. Quizás no podría entrevistar a Messi como tantas veces había soñado de pequeña (y no tan de pequeña) pero había muchas otras salidas profesionales que me podían llegar a gustar incluso más.

El mundo del marketing online estaba ahí, esperándome con las puertas abiertas, y con mucho, mucho, que enseñarme.

Un día de repente, empecé a volar

Tenía claro que si algún día quería empezar a volar en el mundo del marketing online, primero, tenía que aprender a mover las alas. Por ello, empecé a formarme, y sin darme cuenta, las redes sociales se convirtieron en mi hábitat favorito. Aprendí a crear contenidos para la web y a adaptarlos para posicionarlos y poco a poco fui descubriendo nuevas estrategias que afianzaban mi perfil como Community Manager.

Un día, (un gran día) llegué a Pinchaaquí y ahí realmente fue donde emprendí el vuelo.  A día de hoy, soy Social Media Manager de una empresa de marketing online que va al alza y que solo entiende de superación. He descubierto (y sigo haciéndolo) los encantos del Indbound Marketing y además tengo la gran suerte de compartir mí trabajo con grandes profesionales de Social Media, SEO, SEM, Diseño Gráfico o Desarrollo Web de los que cada día aprendo algo nuevo.

Si hay algo que tengo claro es que esto no es el final del camino. Aún me quedan muchas cosas por aprender y espero encontrar nuevas rutas en Pinchaaquí que me lleven a destinos deslumbrantes que me hagan crecer personal y profesionalmente.

¿Sabéis lo que es que te paguen por hacer lo que más te gusta? Porque yo ahora sí, y no puedo estar más satisfecha de decir que lo he conseguido (y tú también puedes hacerlo). Nunca dejes atrás tus sueños. Nunca olvides a ese niñ@ pequeñ@ que un día soñaba con convertirse en profesor/a, abogad@, bomber@, astronauta…Nunca te des por vencido/a.

Yo hace bien poco que empecé a volar y os puedo asegurar que la sensación es indescriptible.

Si has llegado hasta el final de este post me quedan claras dos cosas. Una, es que no lo hago tan mal (jeje) y la otra, es que seguro que dentro de ti hay un pequeño pajarito que ansía echar a volar. Así que hazlo: VUELA. Y si es con nosotros, mucho mejor.